La leyenda de los Miuras se fundamenta en:
Jocinero,
que mató a José Rodríguez Pepete en la plaza de Madrid en 1862
Chocero,
que mató al banderillero Mariano Canet Llusio en Madrid
en 1875
Receptor,
que mató a Domingo del Campo Dominguín en Barcelona en 1900
Agujeto,
que mató al novillero Faustino Posada en 1907 en Sanlúcar de
Barrameda
Otro
mató al novillero Pedro Carreño en Écija en 1930
Sin embargo son muchos más los que se hicieron famosos por su
nobleza y bravura:
Machaquito triunfó
en Madrid en 1911 con Zapatero
Juan
Belmonte se consagra en la Maestranza en 1916
con Lentejo y Rabicano
Vicente
Pastor en Sevilla en 1916 con Recovero
Diego
Puerta se consagró con Escobero en 1960
Fundó esta ganadería don Juan Miura en 1842 con
vacas procedentes de Francisco Gallardo y Hermanos, del Puerto de Santa
María, que corre toros en Madrid por primera vez en 1792, y de José
Rafael Cabrera y Angulo, natural de Arcos de la Frontera (1738), cuyo ganado
pastaba en el término de Utrera; ambas procedentes a su vez de los frailes
cartujos y dominicos de Jerez y de Sevilla, que antes de la desamortización
de Mendizábal estos monjes se dedicaban en Andalucía a la cría de bravo y de
caballos, entre los cuales aún hoy tienen fama los cartujanos.
Entre 1893 y 1917 don Eduardo Miura Fernández, el de las
populares patillas, hijo de don Juan Miura, llevó la ganadería, que pastaba
en la finca sevillana de "El Cuarto", a la cumbre de su fama.
«Hay otras ganaderías sin esa fama, cuyos toros han matado
más toreros. La mala suerte para Miura es que sus toros han matado a figuras,
y por eso suena más.»
(Pepe Luis Vázquez)
La gente llegó a decir que los Miuras pegaban esas cornadas
porque tenían el cuello más largo, porque tenían una vértebra de más.
«El toro de Miura es recogido de barriga, largo, con el
cuello flexible. Tiene algo de látigo en la facilidad con que se revuelve.
Pero, a pesar de todo, eso no es lo importante. Lo que de verdad le
diferencia es su personalidad, una especie de capacidad psicológica para
darse cuenta de cuándo es dueño de la situación. Cuando sale el toro bueno,
es bueno de verdad, te haces con él, y como son largos, de bonita lámina y
bien armados, la corrida es un lujo. Pero si te achicas, se da cuenta y
entonces va por ti.
«Que no se dé cuenta de que le tienes miedo. Sobre todo que
no se dé cuenta, porque entonces abusa de su poder y ya no tienes dónde
meterte.»
(Pepe Luis Vázquez)
«Los Miuras tenían fama de aprender muy rápido. Creo que, en
mis tiempos, esa fama correspondía a la realidad. No les podíamos hacer dos
veces seguidas la misma cosa porque, a la tercera, ya la habían aprendido y
sabían más que nosotros. A los Miuras actuales han logrado quitarles, en gran
medida, esta característica.»
(Marcial Lalanda, Tauromaquia, 1987)
«Una vez, en Salamanca, El Estudiante se perfiló para matar y
pinchó mal. A la siguiente entrada, el Miura ya había visto el estoque con
absoluta claridad. Cada vez que El Estudiante ejecutaba el volapié, el toro
derrotaba contra el estoque, se lo apartaba de delante y después le buscaba a
él. Fue una angustia interminable.
«Pero también es verdad que esos toros tienen dificultades,
que entienden lo que pasa y, sobre todo, que ven si eres débil. Esa es la
clave. A mí me ha revolcado algún Miura, pero nunca he tenido una cornada
grave. ¿Sabe por qué? Porque, si he tenido miedo, no me lo ha notado. Me he
puesto cerca, he apretado los dientes.»
(Pepe
Luis Vázquez, EL PAIS, 1985)
Ricardo Torres Bombita promovió
el llamado pleito de los Miuras entre 1908-1909 para conseguir que las
empresas aumentaran los honorarios de los toreros cada vez que se corriesen
toros de esa ganadería. Argumentaba que, si empresas y ganadero se
beneficiaban económicamente de la fama de la divisa, justo era que también se
beneficiasen los toreros. Su petición la firmaron los principales toreros,
pero fracasó por la oposición de la afición, la habilidad de la empresa de
Madrid y la falta de solidaridad entre los toreros.
Todos los grandes toreros han tenido a gala lidiar Miuras y
han triunfado con ellos; porque, si es cierto que «nunca ha habido toros más
peligrosos ni de más sentido», también lo es que el número de ellos de
calidad excepcional «ha sido abrumador», lo que le ha valido ser la ganadería
que más trofeos ha obtenido.
(Filiberto Mira, El toro bravo, 1979)
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