Doce orejas, un rabo y todos en hombros Apoteosis en la vuelta de Ortega Cano
Ortega Cano le brina a Manzanares y Morante |
BENIDORM/
Doce orejas, un rabo y todos en hombros Apoteosis
en la vuelta de Ortega Cano
Hay tardes que son así: apoteósicas. Así lo fue porque así lo
quisieron Ortega Cano, Morante de la Puebla y José María
Manzanares. El veterano torero porque volvía en uno de los acontecimientos
del año y las figuras porque demostraron sus tauromaquias en todo su esplendor.
Doce orejas y un rabo se repartieron de un excelente lote de Núñez del
Cuvillo con dos toros premiados con la vuelta al ruedo.
Ortega Cano ha vuelto a lo grande a la profesión en una tarde muy
especial. El veterano torero se ha gustado y ha gustado en una faena basada en
la mano derecha y de medida justa que brindó a Morante y Manzanares.
No se le notó la inactividad y estuvo cómodo delante del primero. Mató de una
estocada en todo lo alto que le valió las dos orejas.
La tarde tornó en apoteósica cuando Ortega Cano toreó
con gusto al excelente cuarto. Exquisito en sus formas y en el temple con el
que movió los trastos sobre ambos pitones. Dejó en lo alto otra buena estocada
y cortó dos orejas que paseó con su hijo, mientras que el buen toro de Cuvillo
fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Morante recibió al segundo con unas sublimes verónicas encajadas y con el compás
abierto. También firmó un quite rematada con una excelente media. El sevillano
brindó al hijo de Ortega Cano antes de firmar tres tandas
magistrales por el lado derecho por donde el toro tenía más calidad. Remató una
actuación importante con un espadazo arriba. Dos orejas.
La tarde tenía vuelos de ser grande. Morante estaba
feliz y eso se notó en la faena al quinto al que recibió con cuatro largas. Con
sentimiento y valiente, el sevillano firmó series importantes con gusto, bien
rematadas con la torería que derrama. Al buen quinto lo mató de otra buena
estocada y el presidente le concedió, una vez más, el doble trofeo.
Manzanares puso la guinda a una tarde que no podía terminar de otra
manera. En sexto lugar salió un toro con la calidad y la nobleza como
cualidades que se fueron desarrollando a más durante la lidia. El alicantino
también hizo que la obra creciera a través del temple y la hondura. La estocada
fue de bandera y el premio solo podía ser de rabo. También el del toro, que
recibió los honores de la vuelta al ruedo en el arrastre.
Manzanares recibió con gusto al tercero, un toro que desarrolló noble
condición. Con la muleta, instrumentó series muy templadas y de rápida conexión
con el respetable sobre ambas manos. Destacó la hondura y la profundidad de
cada muletazo. El alicantino remató con una gran estocada para, también,
desorejarlo.
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