En torno a la Monumental de Mérida





La verdadera significación de las plazas de toros va mucho más allá de los años que pueda tener su mampostería. Foto: blog deltoroalinfinto

Parte 1

por: Eduardo Soto

El año próximo la Monumental Román Eduardo Sandia de Mérida, cumple sus primeras cinco décadas de existencia. Las plazas de toros no son simplemente estructuras inertes, sino templos donde se oficia un rito ancestral, que se remonta a las primeras andaduras del hombre sobre la Tierra y, desde esa perspectiva, cincuenta años son un soplo.

La verdadera significación de las plazas de toros va mucho más allá de los años que pueda tener su mampostería y adquiere total plenitud cuando con su mera evocación, palpita el espíritu al revivir el cúmulo de sensaciones que se han podido disfrutar en sus arenas bendecidas o al escuchar de nuevo el clamor del graderío, en tardes de ensueño y desencanto, pero siempre inolvidables.

Las plazas taurinas son, en esencia, vivencias y recuerdos de sus toros, toreros, autoridades, empresarios, bandas y públicos, que con sus respectivos desempeños y la armonía del conjunto, les confieren una determinada categoría. Podría incluso hablarse del trapío de las plazas, esa noción importante pero intangible que, como la belleza, no se puede medir, pero que todos estamos en capacidad de apreciar y opinar al respecto.

Así como cada encaste tiene su trapío, cada plaza debería tener el suyo propio. La clasificación de los cosos taurinos, no puede basarse solamente en su aforo, ubicación o usos, debería ser variable en función de la calidad y resultados de los espectáculos que ofrezcan, siempre con observancia de los cánones que rigen el Arte de Cúchares y evitando distorsiones, causadas por razones inherentes al negocio taurino y por el socorrido sofisma que la inversión inmuniza contra la normativa.

La Comisión Taurina de Mérida (CTM), que dirige los festejos que se celebran en su Plaza Monumental, destaca por haber estado casi siempre conformada por aficionados de incuestionable solera y distinguidos profesionales universitarios, lo que imparte a sus quehaceres sello especial, tanto en aciertos como en errores. Tradicionalmente, ha tenido participación tovareña, lo cual tiene lógica, si se toma en cuenta que la Feria de la Sultana del Mocotíes tiene 173 años, mientras que en la Capital se celebraban toros esporádicamente y su Feria es mucho más reciente.

El primer Presidente de la CTM, fue el conocido taurino tovareño, Don Alipio Burguera, a quien veíamos en la plaza del pueblo, donde tenía una sección reservada a ras del suelo, en uno de los ángulos de la cerca, pues el coso portátil, en sus primeros tiempos, era cuadrado. Para la época, ya figuraba como miembro de la Comisión, otro de nuestros distinguidos paisanos taurinos, Don José Juan Uzcátegui, quien también dirigió festejos en la plaza cumpleañera. El aporte tovareño sigue con la presidencia de Miguel Rondón Nucete, médico eminente de comprobada fibra altruista y taurómaco de amplia experiencia y se continúa con la del abogado Gerardo Febres Nucete, quien capoteó diestramente una transición presidencial por enfermedad del titular, pero infortunadamente hubo de retirarse por la misma causa.

En la actualidad, encontramos en la CTM a Jesús Contreras, acucioso taurino; a Carlos Rosales, Secretario y primero en el país en tener responsabilidades como Defensor del Aficionado; a Miguel Rondón, ahora Asesor Artístico; a Eugenio Salas, Asesor Veterinario, conocedor a fondo del toro de lidia y de los intríngulis de la Fiesta Brava y a Luis Alfonso Molina, destacado cirujano, Médico Jefe del coso de La Liria, todos ellos oriundos de Tovar.

También correspondió a un paisano el primer percance serio ocurrido en la Monumental, cuando Carlos Briceño Vera, novillero, vexilólogo y miembro de la CTM por breve tiempo, sufriera una cornada interna durante un Festival, que le partió la femoral y está aún entre nosotros, gracias al Todopoderoso y a la pericia del Doctor Luis Felipe Barreto, galeno de la Plaza, quien le injertó oportunamente un trozo de safena, para evitar que se desangrara. Las cornadas internas se producen cuando una arista o una prominencia ósea del propio torero, daña tejidos blandos a causa del golpe dado por un pitón, sin que se rompa la piel.

La pincelada tovareña, no es la única que ha recibido la CTM, pues destaca asimismo la presencia de taurinos de gran fuste procedentes del Táchira, pero merideños de larga data, como la de Don Hernán López Añez, de ingenio inagotable y la de Don Jorge Bustamante Calderón, experimentado aficionado y quizás el melómano taurino más diligente del país, quien actualmente preside la Comisión.

Por si fuera poco, se agrega a todo la anterior, el aporte trujillano de Fortunato González, el Alcalde más taurino que ha tenido Mérida y fundador de la Cátedra de Tauromaquia de la ULA e, igualmente, del mismo Estado vecino, pero radicado en Mérida desde hace muchos años, Don Arturo Matera, veterano taurino, quien no ha formado parte de la Comisión, pero nadie podría disputarle el decanato de la afición merideña.

El aporte español a la CTM, cristalizó nada menos que en Manuel de la Fuente, escultor de talla y notable aficionado gaditano, con quien compartí varias corridas, acodados en el burladero de la Comisión y era un verdadero gusto escuchar sus comentarios, revestidos de la agudeza y el gracejo propio de los andaluces y en Don Julián Varona, de la cuna de los Califas del Toreo, hoy toda una institución en el mundo del toro de Mérida, a la que ambos hicieron objeto de sus querencias más preciadas.

La aceptación de aportes de otros lares a la taurinidad merideña, enaltece a la Ciudad de los Caballeros que, sin complejos ni tapujos, los incorpora a su acervo cultural y artístico, pues su nivel intelectual, le permite estar muy por encima de cualquier atisbo de chauvinismo citadino.

Este sincretismo taurino de que hace gala Mérida, no quiere decir, en modo alguno, que no tenga taurófilos de altos vuelos, nacidos en su seno. Bastaría mencionar a Zelín Peña Avendaño, Presidente Emérito de la CTM, de la cual formó parte por más tres décadas y la presidió por dos lustros.

No obstante, vienen a la memoria algunos nombres y, presentando excusas a los que se me escapen, recuerdo a los Rodríguez, cuyos miembros han trajinado casi todas los senderos de la tauromaquia; a los Grisolía, descendientes de Don Fabio, recordado ganadero de La Carbonera, uno de cuyos hijos es el empresario de San Cristóbal; a los Sandia, de la misma estirpe del epónimo de la Monumental; a los Quintero, José Eladio, ducho taurino y fundador de la Asociación Taurina de Mérida y su vástago Omar José, conocedor sin alardes y actual vocal de la CTM; a los Hermanos Valecillos, en particular, Jorge, Delegado taurino del Alcalde; a Chachá Quintero, primer peticionario de música en la Plaza; a Ricardo De Jongh y Gerhard Schweikert, cuyos apellidos tienden a desdibujar su calibre de genuinos taurinos; al Negro Sosa, siempre afable y cordial; al Cheto Massini y el grupo de entusiastas aficionados de la ruana; a Luis Rangel, compañero del callejón y político de convicciones y Alí Quintero, antiguo novillero y experto aficionado, siempre dispuesto a cooperar con la Fiesta Brava.

Por último, cuando han debido ser las primeras, existe un grupo de distinguidas damas, que engalanan numerados y tendidos con su presencia y conocimientos, entre las cuales se encuentra la que preside un importante Círculo de Aficionados, a la creadora de una página electrónica dedicada a la tauromaquia y a una que ha sido mencionada para miembro de la CTM, pues es inaudito que la Comisión Taurina de la Ciudad de los Caballeros, no haya tenido nunca participación femenina en su seno.

Por supuesto, que en este sobrevuelo de la afición emeritense, no se incluye los taurinos que asisten a las corridas por razones de trabajo, entre ellos periodistas, cronistas, narradores y fotógrafos, provenientes de cualquier latitud, cuya participación es importante para dar a conocer un espectáculo o evaluar la categoría de una Plaza de Toros.

Eduardo Soto

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