Adiós? a los del mundo del toro en el 2016




Adiós? a los del mundo del toro en el 2016



 El inicio más difícil. Juntar dos palabras para despedir, cuánto sigue desgarrando esa palabra, mejor recordar, a alguien a quién conoces, a quién aprecias, incluso admiras. De esos textos en los que no empuña la pluma ni hunde la tecla el periodista, lo hace el amigo. El roce de lo vivido en común. La añoranza de no seguir haciéndolo. Empresarios, banderilleros, ganaderos, matadores de toros o hasta fotográfos de leyenda. Dolor varado en el pecho. Pero ninguna, por esa inquina de lo inesperado, nos desconsoló tanto como la del segoviano Víctor Barrio.
Sigue pareciendo ayer cuando en 2010, en una novillada de Rehuelga, llegó el debut con picadores... y en Madrid. Aquella tarde rozó la Puerta Grande. Días después nos presentó Jaime, fiel amigo común, a través de su Raquel del alma y le hacía entrevista. La primera de unas cuantas. Un par de reportajes en el campo. Otras tantas crónicas, como aquella de Valdemorillo, todavía de novillero, que siempre me recordaba. Tantos sueños compartidos en voz alta delante de un café, en el patio de arrastre o en el tendido de Las Ventas.
Como ese mismo domingo, allí mismo, antes de la fatalidad. Tenía ya Teruel entre ceja y ceja. Luego, un pitón certero convirtió un 9 de julio cualquiera en memoria eterna grabada a surco de lágrima. Esas últimas palabras compartidas antes de recordarnos a todos la VERDAD de esta dura profesión. Que también existe. Permanecerá como legado para aquellos que nos menosprecian y atacan, que no respetan y no comprenden la entrega hasta las últimas consecuencias. Sin trampa ni cartón.
Nos aferramos a ello para curar la rabia que tanto duele. Duele mucho. No deja de hacerlo con el vaivén diario de los meses. Esa cruda herencia será la única manera de intentar asimilar que esa sonrisa perenne, que reconfortaba con sólo mirarla, nos ha dejado. Que ya no habrá más charlas, ni entrevistas, ni intercambiaremos esos mensajes que, cada vez que al pasar por tu Grajera del alma, camino yo de Cantabria, nos servían como excusa para saber que todo estaba bien.
Las afiladas fauces del obituario no se detuvieron en Víctor Barrio. La cara del toro se tornó más pérfida que nunca para llevarse también el alma de otros dos toreros al otro lado del Atlántico: el mexicano Rodolfo Rodríguez 'El Pana' y el novillero Renatto Motta. El peruano nos dejó primero, mediado mayo, la vida se le escapó en goteo por un serpenteante trayecto de más de dos horas camino de Nazca. En Malco, Ayacucho, una brutal cornada le había seccionado la vena safena.
En el caso de El Pana obró más la mala suerte. El dichoso infortunio convirtió en Ciudad Lerdo (México) una desgraciada voltereta en la cornada más letal. El toro arrolló al torero de salida. Varias vértebras destrozadas y otras tantas semanas de tensa espera. Agonía, en realidad, hasta el triste desenlace que se llevó por delante a un personaje irrepetible.
Junto esta terna de caídos en el ruedo, también nos dejaron otros nombres ilustres que vistieron de seda y oro como el dinástico mexicano Manuel Espinosa 'Armillita', el sevillano Victoriano de la Serna o el respetado Julio Pérez 'Vito'. Igualmente llegó el triste adiós para otros más modestos como José Galán 'Josele', Celso Ortega o los toreros de plata Roberto Gallardo, fallecido en accidente de tráfico a los 37 años, y el mexicano Joaquín Angelino.
También hubo bajas muy sensibles en el mundo del caballo. La más importante fue la de Fermín Bohórquez. Jinete con más de 800 paseíllos, que compartió generación con los hermanos Peralta, el maestro Lupi y Joao Moura padre, también destacó su apuesta por el encaste Murube como ganadero para convertir su hierro en uno de los predilectos de las figuras del toreo ecuestre. Tenía 83 años.
En Portugal, lloraron la pérdida de otro insigne cavaleiro, cinco años mayor que el jerezano. David Ribeiro Telles, patriarca de una prolífica saga de centauros. No fue la única añoranza de nuestros 'vecinos' que también vieron como se apagaba la llama de dos prestigiosos ganaderos como Fernando Pereira Palha, reducto de la casta vazqueña, y Manuel Coimbra, propietario de la divisa Manuel Assuncao Coimbra, de encaste Atanasio.
Y es que fue un año especialmente duro para el campo bravo. En apenas diez días, fallecieron dos históricos de las dehesas charras como Alipio Pérez-Tabernero Montalvo (93 años) y Antonio Pérez-Tabernero Sánchez (99 años). A sus nombres, por desgracia, también hay que unir los de Bernardino Píriz y Víctor Aguirre, todo un referente en los pueblos de la sierra de la Comunidad de Madrid.
Al otro lado del charco, las pérdidas también fueron destacadas. A principios de año, Fermín Sanz de Santamaría, responsable de la divisa colombiana de Mondoñedo. Sin salir del país cafetero, Antonio García, cuyo hierro de Vistahermosa supuso el desembarco del encaste Santa Coloma en Colombia.
De ahí, a México, donde José Julián Llaguno murió a los 90 años en febrero. Hace tan sólo unos días, Fernando Ochoa Ponce de León, creador del hierro de El Junco, en un fin de semana negro en el que también nos dejó Marcelo Cobo Sevilla, responsable de Huagrahuasi, en Ecuador.
Por último, entre los apoderados, Manuel Cisneros, apoderado en los 70 y 80 de El Viti, Curro Romero y Esplá, el mexicano José Manuel Espinosa y Miguel Flores, mentor de toreros del calibre de Morante de la Puebla, Julio Aparicio y Salvador Vega. A todos ellos, hay que sumar a nuestro compañero el periodista sevillano Fernando Carrasco.
Caleidoscopio de historias, vidas, personas, ante todo, que nos dejaron este 2016 que agota sus últimas mareas. Ahora permanecerán para siempre en ese paraíso de la memoria de cada uno, pero, por si acaso, la mayoría de ellos fue inmortalizado por el fotógrafo valenciano Francisco Cano 'Canito'. La gorra más famosa de los callejones taurinos nos dejó 'un poquito' huérfanos a los 103 años. 'El de arriba', como él solía decir, le llamó a filas. Nos seguirá retratando allá donde esté.




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