La crisis venezolana entierra "La Cruz de Hierro"

Orlando y Pedro Echenagucia, una llave de honestidad que guarda los secretos del Santa Coloma Foto: todotorosvenezuela.com

 





por: Jesús Ramírez "El Tato"


Me entero por escueta nota en whatsApp este lunes, enviada por un crítico taurino merideño y reenviada por otro, que la ganadería "La Cruz de Hierro" habría sacrificado 43 vacas en el matadero de San Juan de Lagunillas.

Es difícil pasar por alto la disputada primicia, cuando por encima de todo nos sentimos taurinos que además vivimos y disfrutamos los grandes momentos de gloria de esta ganadería que en la década de los 90´s, impuso caminos de honestidad con el toro bien presentado, íntegro, que avaló la categoría e importancia de los triunfos de "El Zotoluco", Alejandro Silveti, "Morenito de Maracay", Leonardo Benítez, Tomás Campuzano y Erick Cortéz, entre otros diestros.

En esa época brillante de la divisa naranja y verde que se impuso gracias al esfuerzo, vocación y afición de Orlando Echenagucia y su familia, tuvieron que soportar a las mal llamadas figuras foráneas que no querían sus toros porque tenían muchos kilos y defensas
intactas.

Hoy con el más incierto futuro de nuestras ganaderías bravas como solar común de una crisis general, y con un puñado de "defensores" que apenas caben en un wolsvagen, la noticia parece no tener trascendencia, porque ninguno de los integrantes de los grupos taurinos se manifestó de alguna manera.

Ya en el estrecho callejón de metal con el matarife en plena función, se lleva la carne de 110 vacas y 3 sementales de "La Cruz de Hierro", nos confirma Pedro Echenagucia. Se va en carne y sin gloria, la sangre de Santa Coloma afincada en predios merideños, precisamente, donde más se golpeó la divisa con exclusiones feriales, multas incomprensibles y decisiones controversiales.

Se esfuma la ilusión de unos honestos ganaderos que con trabajo arduo, llevaron la cría del toro bravo de tierras libertarias del llano, a la serranía merideña de Canaguá, contribuyendo allí con generosidad en la formación y desarrollo de muchos novilleros y matadores venezolanos.

Ni Orlando Echenagucia ni su hijo Pedro, que en los últimos años dirigió la ganadería, han perdido su afición taurina, ni su trayectoria ganadera, es la crisis la que obliga a cambiar el rumbo, precisamente por ahondar con firmeza el camino de la honestidad.

La crisis los obliga a no poder lidiar el toro que el público quiere y merece. Hay muchas bazas a mano para demostrar que se equivocan quienes lanzaron dardos envenenados a la ganadería, incluyendo comisiones taurinas con acentuados criterios excluyentes.
Hoy nos entristece que un hermoso animal, nacido para morir luchando en la arena, con la intención de regresar al campo a vivir como en rey de la cabaña, sea sacrificado de un solo mazazo, sin un aplausos, sin un grito de emoción.
No es fácil esbozar en breves líneas, las motivaciones ancestrales para que el acto litúrgico de la corrida, celebrada en la arena del altar redondo de las plazas, culmine con la muerte digna de la noble y brava fiera.

En las plazas de toros hay espiritualidad, emoción y arte, y menos sangre que en cualquier matadero. "La Cruz de Hierro" tomó antigüedad el 19 de enero de 1986 en la Monumental de Pueblo Nuevo en San Cristóbal.

Dios quiera y este no sea el inicio del duro camino de una grave extinción del toro de lidia en Venezuela. Dios quiera, aunque estamos conscientes que nos aguardan duros y difíciles tiempos en todos los niveles.

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