Adiós al 'Bombero Torero'
Viernes, 15 de septiembre: Su última presentación en Almodovar de Campo después
de 89 años de historia haciendo reír a
grandes y chicos en todo el mundo
Zaragoza fue la primera ciudad que impulsó una normativa
contra los espectáculos cómico-taurinos protagonizados por personas enanas.
El ‘Bombero Torero’ se despide de los ruedos. Almodóvar del Campo (Ciudad Real)
acogerá, el próximo 15 de septiembre y con motivo de sus fiestas patronales, la
última función de este emblemático grupo cómico. Corría el año 1948 cuando Pablo
Celis, cántabro curtido en las capeas que se hizo famoso imitando a Charles
Chaplin, apostó por unir el legendario bigote con los enanitos del Circo Price.
Un amigo bombero -guardia en el teatro- le sirvió como ejemplo para la
indumentaria y, con el paso del tiempo, sus ideas fueron tomando vuelo.
Nacido
en la localidad cántabra de El Teso el 1900, Pablo Celis Cuevas comenzó a
trabajar con 13 años como tramoyista en los teatros de Madrid, ciudad a la que
emigró su padre con una recomendación del marqués de Comillas, que le colocó
como empleado de la Asociación de Ganaderos del Reino. Fue al comienzo del siglo
XX cuando se inició en el mundo de los toros, participando en capeas y sueltas
de vaquillas. Pronto comenzó a actuar como torero cómico imitando a “Charlot”,
de moda por entonces.
En los inicios, Celis dirigía una banda de la que tomaron
parte Eugenio -también vestido de bombero-, Arévalo -Cantinflas-
y, por supuesto, los ocho enanitos encabezados por Manolín, quien, con
una gran ‘M’ en su camiseta, ejercía de matador. Más tarde, personajes como Don
Tancredo o Rafael Dutrús y formaciones como el Chino Torero entraron
en escena, consiguiendo llenar las plazas de todo el país.
“Corrida de toros, novillada, rejones... y el ‘Bombero
Torero”, rezaban los programas de las grandes ferias, al tiempo que Celis y
los suyos se hacían famosos en la década de los 50. Son muchas las empresas
que, azotadas por la falta de público, usaron esta original fórmula para colgar
el cartel de “no hay billetes”.
Tal fue el éxito del ‘Bombero Torero’ -llegó a firmar 100
contratos anuales-, que Celis traspasó las fronteras de España y presentó el
espectáculo en Argelia, China e incluso El Líbano, antes de retirarse en
1961. Sus hijos (Manuel y Eugenio) recogieron el testigo primero; los nietos
(Carlos y Rafael) prosiguieron con la tradición después, cuando el declive era
ya palpable.
La aparición de otro tipo de festejos populares (concursos de recortadores,
principalmente) fue restándole protagonismo progresivamente. Y en su
contra también jugaron las críticas vertidas por determinados sectores de la
sociedad, que llegaron a derivar en normativas que pretendían evitar las
burlas hacia personas con acondroplasia (enanismo).
Zaragoza fue la primera ciudad -después se unieron Oviedo, Gijón,
Toledo o Sant Cugat del Vallés (Barcelona)- que se comprometió a
no contratar espectáculos cómico-taurinos en los que participasen personas con
enanismo. Chunta Aragonesista (CHA) impulsó, allá por noviembre de 2008,
una moción que fue respaldada por el resto de grupos parlamentarios (PP, PSOE,
PAR e IU), y todos prometieron trabajar por la “integración social y laboral”
de las personas enanas.
El por aquel entonces empresario de la plaza de toros,
Ignacio Zorita, respondió alegando que las contrataciones del recinto “no
son competencia del Ayuntamiento de turno”, y adelantó que, si el público
lo demandaba, el ‘Bombero Torero’ se seguiría viendo en la ciudad.
Así, un año después, con la Misericordia bajo la gestión de
Taurodelta -empresa liderada por la familia Chopera que remplazó a Zorita-, los
protagonistas de este espectáculo volvieron a saltar al albero de la
Misericordia. “Tiene una gran demanda y va dirigido al público infantil.
Además, las personas con acondroplasia tienen libertad para elegir su forma de
actuar”, justificaron los representantes de la casa Chopera.
Ya en el Pilar 2010, el ‘Bombero Torero’ desembarcó por
última vez en Zaragoza. Fue un adiós adelantado de este clásico del toreo cómico que
se ha diluido en la última década. La pérdida de público, dicen, es
irreversible.
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