El Comentario de Williams Cárdenas… El Toro-Sumo
La Tauromaquia, como su nombre lo indica, es la lucha del
hombre con el toro, tan antigua y milenaria como ha sido la relación
entre ambos, y que ha evolucionado durante siglos, al punto de haberse
convertido en un Arte con mayúsculas que forma parte de nuestro
Patrimonio Cultural Inmaterial.
Pero cuando estas dos expresiones culturales se juntan, el
resultado no es el más adecuado para los espectadores que creen que el
toro, como el hombre en el caso del Sumo, debe ser de un tamaño
desproporcionado.
A esta variante de la Tauromaquia nos han condenado un
sector de aficionados a los toros que asisten a la Plaza de Las Ventas,
con la misma intención de quien va a ver una gran exposición ganadera,
en la que los ejemplares de mayor tamaño suelen ser los premiados y más
celebrados.
Esta conducta está gobernada por una lógica muy simple,
aquella “del más difícil todavía”, que prejuzga qué si el toro es más
grande, la dificultad para el diestro será mayor y el eventual triunfo
tendrá más mérito, y allí se concentra el nivel de exigencia más
acérrimo.
De manera que en la Plaza más importante del mundo, de
unas décadas para acá se haya impuesto un toro que en la báscula supera
holgadamente entre los 550 y los 650 kilos, con la anuencia de
autoridades y veterinarios, que parecieran seguir el rumbo de los
aficionados al Sumo.
Se confunde el trapío con el mayor peso y se desechan
toros muy bien hechos y con gran presencia por no superar la prueba de
la báscula. Esto ha conducido a sacar de circulación a encastes que no
admiten ese peso descomunal, con lo que ello implica de perjuicio para
ese variado patrimonio genético del toro bravo.
Terrible error que debemos corregir. Si no cambiamos el
rumbo podemos terminar cargándonos el espectáculo. Y todo pasa por
entender que el toreo es equilibrio, en el toro y en el torero, que el
temple es un concepto de equilibrio y que cuando esto se altera el
equilibrio se rompe.
No tenemos que extendernos mucho en explicaciones. Basta
presenciar tarde a tarde a toros con 600 kilos que llegan al tercio de
muerte con la lengua afuera, con dificultades de desplazamiento, con
movimientos que nos recuerdan a los luchadores de Sumo, al punto de
llegar a echarse en la arena.
En los años 60 -70 el peso de los toros oscilaba entre los
450 y los 500 kilos y cómo se movían; en el verano, el Sanatorio de
Toreros parecía un hospital de guerra, que llevó a Ernest Hemingway a
escribir aquel libro “El Verano sangriento”. Porque es en el movimiento
del toro donde está la mayor o menor dificultad para los lidiadores, y
no su volumen.
No sé a quién corresponde tomar el toro por los cuernos,
pero el camino del Toro-Sumo nos lleva a la catástrofe, porque no he
visto nunca tanto aburrimiento en los tendidos como con estos toros tan
grandes.
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