Madrid. Corrida de la Hispanidad. Toros de saldo, sangre y público (nuevo, bullicioso y juvenil) de Caballero y grande espada de Colombo
Sangre de Caballero
Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore
Repetición exacta de la cogida de San Isidro
Por el comportamiento típico de nuestros toros y nuestro encaste,
se necesita toreros con mucho oficio y experiencia.
Nicolás Fraile
Toros de saldo, sangre y público (nuevo, bullicioso y juvenil)
de Caballero y grande espada de Colombo
José Ramón Márquez
A
las cinco de la tarde, la hora que cantó el poeta, partieron el
alguacil y la alguacila en procesión de despeje de Plaza en este hermoso
Día del Pilar, este Día de la Hispanidad, este Día de la Fiesta Nacional para el que no tuvieron otra ocurrencia que ir a comprar una corrida de Valdefresno,
otra nueva taza de ricino lisarnasio que nos meten para el cuerpo
quieras que no. Esto sólo puede tener dos explicaciones: o bien que la
baratura y las facilidades de pago que ofrezca la razón social Ganadería Valdefresno S.L. sean tan beneficiosas que la empresa Plaza 1 no
haya podido negarse al envite o bien que, imbuidos de un ardor
patriótico encomiable y de un óptimo sentido de la oportunidad, los
programadores hayan querido elegir para este señalado día una ganadería
que ostenta en su divisa los hermosos colores de la enseña nacional.
Vista la trayectoria de la Empresa uno tiende más a decantarse por la
primera de las opciones, por la cosa mercachifle más que por la
patriótica.
Como
el aficionado, baqueteado en tantas tardes y en tanto maltrato, es un
ser generalmente suspicaz, nos maliciábamos unos cuantos que esta última
tarde de la temporada madrileña era la elegida para dar al conocimiento
público al mítico Cordobán, número 37, que lleva más tiempo viviendo en los corrales que el propio Florito; Cordobán de Valdefresno, el toro que ya estuvo en la Virgen de agosto, y antes en San Isidro con la de Ibán,
y antes… pero se ve que, en un rapto de señorío, decidieron no reseñar a
Cordobán dentro de un saldo ganadero en el que habría tenido un
perfecto encaje dentro del surtido de todo a un euro que hoy han
preparado como colofón a la temporada.
Para
no andar perdiendo el tiempo digamos que la enésima lisarnasiada del
año 19 ha sido blanda, mansa y con la tradicional ausencia de casta que
se les presupone. Por delante salió una especie de trolebús, un bicho
grande y destartalado como el Tiburón que interpretaba Richard Kiel
en aquella película de 007 en la que le arreaba un mordisco al cable de
un teleférico como si fuera un regaliz. El bicho, Cigarro, número 31,
era como un carro de combate Leopardo 2E
que se hubiese escapado del desfile de por la mañana, y tuvo su
inmediato contrapunto con el segundo, Clavelero, número 51, que era la
cabra de la Legión sin chapiri. Ahí está la ecuación lisarnasia
descarnadamente, por si alguno la quiere aprender: la cabra venía por lo
lisar y el trolebús venía de la parte nasio, ambos hermanados como
siameses en el descaste y en la blandenguería aquélla que tanto
molestaba al Fary.
La única de las seis prendas que hoy se vieron en Madrid que tuvo algo
que decir, al menos en el último tercio, fue el tercero, que también
tiraba a lisar y que puso un buen puñado de embestidas por el lado
derecho y una razonable incertidumbre por el izquierdo. Lo demás,
bueyes. Carne de matadero.
Para el postrero festejo de la temporada, la Dombiana grey ajustó la presencia de Eugenio de Mora, Gonzalo Caballero y Jesús Enrique Colombo,
que se vinieron a Las Ventas con sus vestidos azul pavo y oro, grana y
oro con cabos blancos y purísima y oro, respectivamente.
Antes
de seguir y para explicar ciertas cosas que vendrán después hay que
hablar, si cabe brevemente, del público festivo y animado que hoy
ocupaba la mayoría de las localidades, un buen batallón de jóvenes y muy
jóvenes dispuestos a pasar una agradable tarde, a aplaudir a su ídolo, Gonzalo Caballero, y a divertirse sanamente con el espectáculo. Evidentemente la historia de Eugenio de Mora,
el propio nombre de Eugenio de Mora nada decía a toda esa muchachada, y
me temo que nada va a seguir diciéndoles si todo el trato que vayan a
tener con el moracho va a ser el breve conocimiento de esta tarde,
porque la verdad es que no ha sido ni por el forro la tarde de Eugenio,
ni por disposición ni por resultados. Le tocó matar tres toros por
cogida de Caballero y salvo tres verónicas y una media que dio en el
sexto, el resto de su actuación puede pasar por completo al mundo del
olvido. Su paso por Madrid queda resumido en lo pesado que se puso con
su primero, el trolebús, en la sarta de muletazos -ninguno bueno- que le
avió a su segundo, abusando de la ventaja, del descoloque y de la
triquiñuela y de la reiteración de esas mismas trazas en su labor con su
tercero. En ése hizo un guiño a la cátedra con el capote, como antes se
dijo, y se atascó con la cosa de la espada. Vino sin apoderado y se fue
como había venido.
Gonzalo Caballero
reaparecía en Madrid después de la cogida de San Isidro en aquella dura
corrida de El Pilar y recibió la tradicional ovación que Madrid suele
tributar a los que han pagado el tributo de la sangre. Su primero y
único toro de esta tarde fue la sardina lisarnasia, un personaje canijo,
anovillado, zancudo, ayuno de fuerzas e impresentable al que
prácticamente no se picó. Tras brindar a Padrós,
otro clásico, se dispuso a presentar sus argumentos y comenzó
toreramente con estatuarios y pases del desprecio, andando al toro desde
las rayas hasta el tercio y rematando con un pase de pecho, con los que
cosecha sinceros aplausos. Ahí tenemos al Caballero que apuntó
en San Isidro, más serio y centrado, menos atropellado que en otras
ocasiones. El toro no da nada: en los primeros momentos gazapea y no
permite hacer el cite, acaso por la distancia que Caballero le
propone, pero al torero se le ve asentado, con sentido escénico de cara
al tendido. La condición descastada del lisarnasio pide más mando del
que Caballero parece atesorar y, por momentos, da la impresión de
estar acompañando la embestida más que dirigiéndola. De igual manera
que hizo en San Isidro, mediada la faena decide que ha llegado el
momento del desmelene y ahí tira de cercanías, de demagogia con que
ganarse a la parte más impresionable del tendido, que era la mayoría, y
practica el invertido circular y las bernardas antes de perfilarse
frente al 7 en la suerte contraria y repetir exactamente la estocada de
San Isidro, la que le valió la cogida. Hoy ha entonado su particular “decíamos ayer”
y ha vuelto a quedarse en la cara tras meter el estoque y, de nuevo, ha
ofrecido sus muslos al canijo de Clavelero, número 51, para que hiciese
con él lo que quisiera: tres buenas cornadas, un fuerte tabaco. Le
llevan la oreja a la enfermería.
En el ambiente posterior a la cornada le toca salir a Colombo
y él, con gran inteligencia, se da cuenta de que puede vendimiar en la
viña de Caballero. Todos los que habían venido por él se han quedado
huérfanos y, posiblemente, nunca hayan oído hablar de Colombo,
pero él está dispuesto a cambiar las tornas. Lo primero que hace es
poner banderillas, unos pares veloces, atléticos y más bien a toro
pasado que cosechan sus aplausos. La parte mejor es que es él mismo
quien coloca al toro, sin necesidad de usar a un peón de “gorrilla”, y
que clava los dos palos, lo cual no es extraño, porque los pone con gran
vigor. Después, se cruza el ruedo y se va a la enfermería a brindar al
herido y ahí se acaba de ganar al público. Luego plantea la faena
haciendo galopar al toro, dándole distancia, al estilo de lo de Perera del
otro día, quedándose más bien por las afueras, y después, con dos
tandas de redondos en los medios que el toro se traga y aunque la
colocación del torero no fuese la óptima, templa mucho. Se cambia la
muleta de mano y ahí el toro da más quebraderos de cabeza, quedando el
animal por encima. Vuelta a la diestra para torear de manera algo
eléctrica, con lo que la faena no acaba de cobrar vuelo y vuelta a no
cruzarse y a abusar de la ventaja de retrasar la pierna. Tras unas
manoletinas le deja al toro una estocada hasta la gamuza. Oreja, sin
haber exprimido al toro. En su segundo, tras dos pares de igual jaez que
los de antes, cae en la cara del toro al ir a quebrar en los medios y
cobra una buena paliza a base de pisotones y trompazos. Tras unos
momentos de recuperación, le quitan la chaquetilla, le riegan el cogote
con agua, le dan un vasito de agua y, cojeando, vuelve a salir, quedando
eximido de clavar el tercer par. En el rato que las asistencias han
estado reanimando a Colombo al toro, Gañanito II, número 61, le ha dado
tiempo a cavilar lo suyo y el reencuentro de toro y torero ya queda
marcado por la falta de disposición del toro, por lo avisado y
desconfiado que está y por las inequívocas ganas del venezolano de decir
¡aquí estoy yo!. Toreo como tal no hay, entre lo arisco y
orientado del de negro y lo disminuidas que están las facultades del de
oro. Aún así ensaya unas bernardas que encuentran eco en el público y se
perfila para pinchar una estocada sin muleta. Después cobra una entera
muy efectiva que provoca bastante derrame y las gentes piden con ahínco
la oreja que el Presidente, don José Magán Alonso, no concede,
con buen criterio. Colombo puede funcionar, da espectáculo y su clave es
la espada, porque ahora mismo creo que hay pocos que maten con tanta
seguridad como él, pero debería pulirse y atemperar sus ímpetus.
***
Se
monta la mundial porque no le dan la segunda oreja a Colombo y ahí
tenemos a ese zascandil al que han puesto de Gerente del Centro de
Asuntos Taurinos, que en vez de estar en su burladero se dedica a ir de
acá para allá, junto a la puerta de la enfermería tildando de “sinvergüenza” al Presidente. Lo mismo estaba bien que alguien pensase en retirar a este chico de un cargo que le va grandísimo.
Colombo, por colombinas
Que los programadores hayan querido elegir para este señalado día
una ganadería que ostenta en su divisa los hermosos colores
de la enseña nacional, única razón para presentar
semejante saldo lisarnasio
Eugenio
El de Mora
Tres verónicas y una media al sexto
Gonzalo Caballero
Pena de bernardas
Hoy ha entonado su particular “decíamos ayer”
y ha vuelto a quedarse en la cara tras meter el estoque
y, de nuevo, ha ofrecido sus muslos al canijo de Clavelero
para que hiciese con él lo que quisiera
tres buenas cornadas, un fuerte tabaco
Le llevan la oreja a la enfermería
Colombo, con gran inteligencia,
se da cuenta de que puede vendimiar en la viña de Caballero
plantea la faena haciendo galopar al toro,
dándole distancia, al estilo de lo de Perera del otro día
cae en la cara del toro al ir a quebrar en los medios
y cobra una buena paliza a base de pisotones y trompazos
le quitan la chaquetilla, le riegan el cogote con agua,
le dan un vasito de agua y, cojeando, vuelve a salir
se perfila para pinchar una estocada sin muleta
Colombo puede funcionar, da espectáculo
y su clave es la espada,
Comentarios
Publicar un comentario