RETAZOS TAURINOS (LXVI)
Eduardo Soto Alvarez.
JEC confirmó en la cúspide del orbe taurino, sus facultades, entrega y carisma, que lo hacen temible
rival en el ruedo y no se puede
descartar que siga tropezando con injusticias en los Palcos, que
contrariando el mayoritario sentir de tendidos y entendidos, pueden
exudar una
curiosa iniquidad.
Los atropellos no son ajenos ni a la vida ni en los toros, pero deben servir de estímulo, pues
la sabiduría popular nos recuerda que no hay mal que por bien no venga.
Hace años que no circulaba con tanta intensidad la adrenalina por las venas de la afición venezolana.
Gracias Colombito, nos sentimos orgullosos de tu valor, gallardía y pundonor, como insignia de nuestra torería.
- Existe la costumbre que
cuando un subalterno coloca con brillantez las banderillas,
su matador lo autoriza a saludar desde el tercio. Sin embargo, en
nuestro país no suele practicarse mucho esa costumbre, justo
reconocimiento a la destreza de un torero de plata. Habría que subsanar
el asunto, tratando
de herir lo menos posible la susceptibilidad del matador,
que al ejecutarse un buen par, debiera ser el primero en invitar al subalterno a
desmonterarse y agradecer los aplausos.
A veces la falta de motivación, sobre todo con
matadores que vienen de fuera, podría explicarse pues
actúan con una cuadrilla local que apenas conoce o porque los acompaña un subalterno de confianza,
que puede haber sido opacado por el del patio.
Cabe preguntarse si ante la ovación del soberano, la indiferencia del matador y la ausencia de
reglas sobre la materia, no podría el Presidente,
máxima autoridad del festejo, corregir la injusticia y ordenar el saludo del banderillero o quizás, una vez
finalizada la lidia del toro, se le pudiera hacer un reconocimiento por la megafonía interna de la plaza. Pero
siempre es mejor prevenir y se pudiera hablar sobre el asunto con quien vaya a ser el Director de Lidia, para tratar de evitar que
situaciones tan incómodas para todos lleguen a
presentarse.
- La Tauromaquia es un arte y sus manifestaciones destacadas merecen premio, de allí la importancia
que la autoridad del festejo tenga suficiente afición,
conocimiento y sindéresis, pues a veces el librillo no basta y le toca
suplir sus lagunas y enderezar entuertos.
Tal es el caso que aconteció hace algún tiempo en la Monumental de Mérida; resulta que un rejoneador
trataba de culminar su faena, pero falló con la hoja de peral,
entonces echó pie a tierra, hizo rodar al toro de gran estocada y el
Presidente decidió otorgarle una oreja.
Algunos puristas dirán que no le correspondía,
que es más fácil entrar a matar a un toro arreglado para rejones,
pero cómo sería el espadazo para que el público reaccionara de manera
tan contundente, que la Presidencia tuvo que otorgar un auricular a
quien utilizó el estoque con tanto acierto y eficacia.
- Un buen amigo y taurino,
me comentó que había visto hace poco por TV un película
sobre la vida de El Fandi, que el propio diestro protagonizaba y
se refirió en particular a un pasaje que demuestra la solidaridad que
debiera prevalecer en el ánimo de los toreros. Al parecer, en un mano a
mano entre Enrique Ponce y El Fandi, el primero
había cortado dos orejas, pero Usía le
negó al segundo el par de apéndices que
merecía su faena y que la mayoría del público había solicitado con insistencia.
Enrique, a quien le correspondía salir a hombros por la puerta grande se negó de plano,
a menos que se rectificara y David cosechara también los honores que en justicia le correspondían.
No sé cuál haya sido el desenlace,
pero lo importante es el ejemplo que ofrece la actitud del gran torero y académico de Bellas Artes, pues
gestos de esta naturaleza no están al alcance de todos los espíritus.
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